martes, 7 de abril de 2015

El mito de Prometeo - Tres versiones


Versión 1
El mito de Prometeo
(Platón, Protágoras, 320d-321d)
<< ... Era un tiempo en el que existían los dioses, pero no las especies mortales. Cuando a éstas les llegó, marcado por el destino, el tiempo de la génesis, los dioses las modelaron en las entrañas de la tierra, mezclando tierra, fuego y cuantas materias se combinan con fuego y tierra. Cuando se disponían a sacarlas a la luz, mandaron a Prometeo y Epimeteo que las revistiesen de facultades distribuyéndolas convenientemente entre ellas. Epimeteo pidió a Prometeo que le permitiese a él hacer la distribución "Una vez que yo haya hecho la distribución, dijo, tú la supervisas ". Con este permiso comienza a distribuir. Al distribuir, a unos les proporcionaba fuerza, pero no rapidez, en tanto que revestía de rapidez a otros más débiles. Dotaba de armas a unas, en tanto que para aquellas, a las que daba una naturaleza inerme, ideaba otra facultad para su salvación. A las que daba un cuerpo pequeño, les dotaba de alas para huir o de escondrijos para guarnecerse, en tanto que a las que daba un cuerpo grande, precisamente mediante él, las salvaba.
    De este modo equitativo iba distribuyendo las restantes facultades. Y las ideaba tomando la precaución de que ninguna especie fuese aniquilada. Cuando les suministró los medios para evitar las destrucciones mutuas, ideó defensas contra el rigor de las estaciones enviadas por Zeus: las cubrió con pelo espeso y piel gruesa, aptos para protegerse del frío invernal y del calor ardiente, y, además, para que cuando fueran a acostarse, les sirviera de abrigo natural y adecuado a cada cual. A algunas les puso en los pies cascos y a otras piel gruesa sin sangre. Después de esto, suministró alimentos distintos a cada una: a una hierbas de la tierra; a otras, frutos de los árboles; y a otras raíces. Y hubo especies a las que permitió alimentarse con la carne de otros animales. Concedió a aquellas descendencia, y a éstos, devorados por aquéllas, gran fecundidad; procurando, así, salvar la especie.
    Pero como Epimeteo no era del todo sabio, gastó, sin darse cuenta, todas las facultades en los brutos. Pero quedaba aún sin equipar la especie humana y no sabía qué hacer. Hallándose en ese trance, llega Prometeo para supervisar la distribución. Ve a todos los animales armoniosamente equipados y al hombre, en cambio, desnudo, sin calzado, sin abrigo e inerme. Y ya era inminente el día señalado por el destino en el que el hombre debía salir de la tierra a la luz. Ante la imposibilidad de encontrar un medio de salvación para el hombre. Prometeo roba a Hefesto y a Atenea la sabiduría de las artes junto con el fuego (ya que sin el fuego era imposible que aquella fuese adquirida por nadie o resultase útil) y se la ofrece, así, como regalo al hombre. Con ella recibió el hombre la sabiduría para conservar la vida, pero no recibió la sabiduría política, porque estaba en poder de Zeus y a Prometeo no le estaba permitido acceder a la mansión de Zeus, en la acrópolis, a cuya entrada había dos guardianes terribles. Pero entró furtivamente al taller común de Atenea y Hefesto en el que practicaban juntos sus artes y, robando el arte del fuego de Hefesto y las demás de Atenea, se las dio al hombre. Y, debido a esto, el hombre adquiere los recursos necesarios para la vida, pero sobre Prometeo, por culpa de Epimeteo, recayó luego, según se cuenta, el castigo del robo.

    El hombre, una vez que participó de una porción divina, fue el único de los animales que, a causa de este parentesco divino, primeramente reconoció a los dioses y comenzó a erigir altares e imágenes a los dioses. Luego, adquirió rápidamente el arte de articular sonidos vocales y nombres, e inventó viviendas, vestidos, calzado, abrigos, alimentos de la tierra. Equipados de este modo, los hombres vivían al principio dispersos y no en ciudades, siendo, así, aniquilados por las fieras, al ser en todo más débiles que ellas. El arte que profesaban constituía un medio, adecuado para alimentarse, pero insuficiente para la guerra contra las fieras, porque no poseían el arte de la política, del que el de la guerra es una parte. Buscaban la forma de reunirse y salvarse construyendo ciudades, pero, una vez reunidos, se ultrajaban entre sí por no poseer el arte de la política, de modo que al dispersarse de nuevo, perecían. Entonces Zeus, temiendo que nuestra especie quedase exterminada por completo, envió a Hermes para que llevase a los hombres el pudor y la justicia, a fin de que rigiesen en las ciudades la armonía y los lazos comunes de amistad. Preguntó, entonces, Hermes a Zeus la forma de repartir la justicia y el pudor entre los hombres: "¿Las distribuyo como fueron distribuidas las demás artes?".
    Pues éstas fueron distribuidas así: Con un solo hombre que posea el arte de la medicina, basta para tratar a muchos, legos en la materia; y lo mismo ocurre con los demás profesionales. ¿Reparto así la justicia y el poder entre los hombres, o bien las distribuyo entre todos?. "Entre todos, respondió Zeus; y que todos participen de ellas; porque si participan de ellas solo unos pocos, como ocurre con las demás artes, jamás habrá ciudades. Además, establecerás en mi nombre esta ley: Que todo aquel que sea incapaz de participar del pudor y de la justicia sea eliminado, como una peste, de la ciudad''.>>


Versión 2
Prometeo
   En el barro esculpí a la Humanidad Dándole al primer hombre su existencia, Y logré asegurar su preeminencia En un mundo de fiera hostilidad.
Rompí las reglas por necesidad (todo es común en caso de emergencia), y acepté, aún siendo injusta, la sentencia que hirió mi cuerpo, no mi dignidad.
   Prendí mi antorcha en el sagrado fuego Del sol, y se lo traje a los mortales Pagando mi bondad con mi agonía.
Quizá quebré las leyes, no lo niego; Pero fue por seguir los ideales Del corazón, no de la letra fría.


Versión 3
EL MITO DE PROMETEO
   Prometeo, según la mitología griega, es un héroe y titán que robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres. Por esta causa Zeus le encadenó a una roca en el Cáucaso, en donde un águila le devoraba cada día el hígado, que se le renovaba durante la noche. Fue liberado de este suplicio por Heracles-Hércules. Otra leyenda decía que, cumpliendo el mandato de Zeus, había creado al primer hombre de barro. Asimismo se decia que fue él (Prometeo) quien inspiró a Deucalión la creación de un barco para que Pandora pudiese realizar su viaje.
   Según la mitología griega, Prometeo era hijo de Japeto, otro titán, que además de Prometeo tuvo a los siguientes hijos de una Oceánide: el insolente Menecio a quien Zeus precipitará en el reino abismal de los muertos; Atlante, que será condenado a sostener en sus hombros el peso del cielo; Epimeteo, quien por su irreflexión será un gran daño para los hombres, al aceptar como esposa a Pandora. Así pues, Prometeo, hijo de Japeto y de la Oceánide Eurimedonte (algunas fuentes dicen que el nombre de la madre de Prometeo es Climene), es contado entre los titanes, y en la rebelión contra Cronos peleó al lado de Zeus y trató de llevar a su lado a Epimeteo.
   Era Prometeo sumamente diestro en todo arte. Zeus que lo dejó presenciar el nacimiento de ATENA-MINERVA, le enseño astronomía, arquitectura, medicina, metalurgia, navegación, y en general todo lo necesario para la vida humana. El (Prometeo) en su bondad transmitió sus conocimientos a los mortales. Irritado Zeus ante el progreso humano, quiso acabar con todos los hombres. Se interpuso Prometeo en su defensa. Se hizo un sacrificio en Sición y había una discusión acerca de las partes de la víctima que tocaban a los dioses y las que tocaban a los hombres. Fue invitado como arbitro Prometeo.
   Partió Prometeo el buey en dos partes, pero formó porciones desiguales: por un lado puso la carne y las entrañas del buey envueltas en la piel, como si fuese el simple esqueleto del animal, y por otro cubrió los huesos con grasa abundante.
   Zeus entonces observó lo desigual de las partes, mas Prometeo lo invitó, sin embargo a escoger libremente. Y Zeus, que había reconocido el engaño, pero que quería también denunciarlo en flagrante, eligió el montón de la grasa y, al descubrir los huesos bovinos, se irritó grandemente y castigó a los hombres, que resultaban favorecidos con la carne del animal, a comerla cruda como seres salvajes, pues les quitó el fuego.
   Prometeo, entonces ideó un nuevo engaño; calló y se fue a buscar a ATENEA - MINERVA pidiéndole ayuda para subir al Olimpo. Lo dió la diosa y el encendió una tea en el Sol mismo y con ella una brasa que arrebatademente llevó a guardar en un hueco del tallo de un gigantesco hinojo. Apagó la antorcha, tomó la vara y huyó al mundo. Entregó a los mortales en esta forma el uso del fuego.
   Cuando Zeus lo supo, juró vengarse. Llamó a Efesto y le mandó que hiciera una mujer de barro y por los cuatro costados le soplara la vida, y a las diosas del Olimpo, que la cubrieran de adornos. Era la mujer mas hermosa que jamás existió y la llamaron Pandora (porque todos los dioses la adornaron). La mandó regalar Zeus a Epimeteo y a Hermes que la fuera custodiando. Pero ya Prometeo había prevenido a su hermano del engaño y le dijo que rechazara el falso don.
   Lo hizo así Epimeteo. Al ver Zeus frustrado su plan, y como castigo por el fuego robado, Zeus condenó a Prometeo a cadenas perpetuas en las rocas del Cáucaso y mando a un buitre que le royera sin cesar las entrañas. No había límite para cesar, porque el hígado de Prometeo que era la parte mas vulnerada, se renovaba cada noche. Y aún para dar excusa a los dioses por la ausencia de Prometeo, corría la voz de que había salido en aventura de amor con ATENEA-MINERVA. Cuando Epimeteo advirtó que su hermano no aparecía, llegó a sospechar lo que pasaba, se casó con Pandora. Era ella tan perezosa, frívola y perversa como hermosa. La primera en todo. Había Prometeo pedido a su hermano que le guardara una caja, sin abrirla nunca. En ella había encerrado todos los males humanos: enfermedad, vejez, iras, guerras, locura, vicios, muerte. Pandora abrió la caja y todos esos males se evadieron y fueron a derramarse en la tierra, antes que todo, hiriendo a los dos. La vana Esperanza los persuadió a suicidarse.

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